jueves, 16 de septiembre de 2010

4:10-AM. Vasconcelos.

Menú de hoy:

50 minutos de carrera continua
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10 x 100 metros con 40 segundo de recuperación
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10 minutos de trote suave
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Ejercicios de fuerza de la cintura hacia arriba

Recorrí hoy una ruta 100% campestre, unas de mis favoritas. Se prestó la ocasión ya que por ser día festivo, pude correr a las 7:00 AM y, ahora sí con luz de día, pude hacer el recorrido desde mi casa hasta el puente de piedra (conocido también como puente de la historia) siguiendo la rivera del río San Juan. Todo el recorrido de hoy lo hice acompañado de mis fieles amigos Mateo y Chapis quienes están siempre dispuestos a acompañarme.

Además de que el día festivo me dio oportunidad de levantarme más tarde, anoche me acosté casi a media noche, y no precisamente viendo la ceremonia del grito. Me quedé terminando de leer Ulises Criollo de José Vaconcelos. Uno de los libros que más me ha gustado últimamente, definitivamente pasa a ser uno de mis favoritos. Quedo más que invitado para leer la continuación del Ulises, la Tormenta. El maestro Vasconcelos me ha hecho reflexionar sobre muchas cosas; la profundidad de sus pensamientos y su sinceridad me han puesto a pensar sobre aspectos fundamentales de mi vida. No es este el sitio ni el momento para ponerme a escribir acerca de las enseñanzas que me ha dejado el Ulises, pero en algún otro espacio lo haré.

En cuestión histórica, el Ulises es clave para entender de mejor forma las razones por las cuales estalló la Revolución de 1910. También nos deja ver claramente como era la clase media en el México de finales del siglo XIX y principios del XX. Con toda razón, Vasconcelos es citado frecuentemente como uno de los mejores escritores que hemos tenido en México. Sin embargo, una cosa que me desagrada mucho de sus escritos son las constantes alusiones a la raza de las personas; Vasconcelos le da una impotancia fundamental a ese aspecto, cosa que a mí me llega a ser sumamente molesto. Otra cosa que no me agrada es su exagerada preferencia por la cultura hispánica y su desprecio por las culturas indígenas. Lo anterior me es tan desagradable, que cuando hace poco leí su Breve Historia de México, primer libro que leí del Maestro, quedé muy decepcionado, poco entusiasmado como para leer algo más de su autoría. Sin embargo, hace poco releí la serie Biografía del Poder de Enrique Krauze, quien continuamente alude y elogia la figura y la obra de Vasconcelos; me invitó de esta forma Krauze a leer el Ulises. No me arrepiento. Aún cuando no estoy de acuerdo e incluso me molesta lo que ya comenté, creo que eso no demerita para nada la obra de Don José. La prosa impecable de Vasconcelos es una verdadera delicia para la mente y el corazón. Por Vasconcelos quedo invitado a leer a otros autores mexicanos contemporáneos suyos como Antonio Caso, Martín Luis Guzmán o Alfonso Reyes, todos ellos integrantes del Ateneo de la Juventud.

Los corredores solemos tener tiempo para dejar viajar mucho nuestras mentes mientras entrenamos; más aún aquellos que lo hacemos en soledad. Hoy mientras corría por los campos de San Juan del Río, pensaba mucho en el libro de Vasconcelos, de allí mi interés por comentarlo.

No quiero dejar de mencionar que anoche rompí la dieta que apenas hace tres días empecé. El antojo por unas chelitas y una botana fue más grande que mi idea de quitarme los kilos que traigo de más. Fue muy sabroso gozar esas Modelo Especial terminando de leer el Ulises; no puedo negar que me dio mucha tristeza leer, una vez más, la forma en que el presidente Madero fue traicionado y asesinado en 1913. ¿Qué habría sido de nuestro país si Madero hubiese tenido un poco, sólo un poco, de malicia? Considero que Don Francisco era realmente un idealista, quizá el hombre más honesto y generoso que ha detentado el poder en nuesto país. Justo con el asesinato de Madero termina el Ulises.

Estoy volviendo continuamente al tema de Vasconcelos; éste es sin duda el reflejo de lo mucho que me agradó leerle. Antes de terminar, quiero comentar también algo sobre la ruta que recorrí hoy para entrenar. Me es muy placentero hacer este recorrido porque prácticamente todo es por el campo, siguiendo el curso del río. Únicamente en algunos puntos tomo algo de asfalto o empedrado y veo algunas casas. Habitualmente no lo puedo hacer debido a que a las 4:30 AM no hay luz y sería imposible el recorrido sin una lámpara; una caída por allí sería muy peligrosa. En total corrí hoy alrededor de 13 km; lo mismo que en los anteriores días de esta semana. Voy bastante bien, me siento cada vez mejor. Yo creo que termino esta semana y la siguiente con la base de carrera continua y a partir de la última de septiembre seguramente estaré en condiciones de insertar entrenamientos de velocidad en forma gradual.

Mañana le seguimos.

jueves, 3 de junio de 2010

Sabina: El otro Borges.



Estoy en la guardería, me he hecho muy amiga de la secretaria y me ha prestado su computadora para escribir. Ayer estuve con mi papá en la tarde. Fuimos al centro y me llevaba en la cangurera; íbamos muy contentos los dos. Compramos algunas cosas en la farmacia y después entramos a una librería; no compramos nada, sólo andábamos de mirones. Regresando a casa, me dio de comer, me chuté seis onzas de fórmula en mi mamila. Ya tenía hambre de tanto caminar.
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Como no me dormí, se puso a jugar conmigo y luego tomó un libro de cuentos de Borges (o “Borgues”, como diría nuestro gran intelectual Vicente Fox) y me leyó “El otro”. ¡Pero que pedazo de escritor ese Ché Borges! ¿Cómo puede un tipo ser tan genial?
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Resulta que en “El otro” Borges ya viejo se encuentra con un Borges joven y ambos sostienen un maravilloso diálogo en el que se cuentan sus vidas (aunque evidentemente Borges viejo sabe casi todo lo que sabe Borges joven). Sin embargo, el joven logra meter al viejo en muchos aprietos, como cuándo le pregunta: “Si en realidad usted es quién dice ser, ¿cómo es que no recuerda haber tenido esta conversación cuando tenía veinte años?... ” Parece algo simple pero se trata de una genial paradoja, digna de Borges. Pensar en ese encuentro me enchinó la piel. ¡Hay nanita!
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Borges viejo se da cuenta que en realidad Borges joven no es capaz de reconocerlo porque, aunque sí se trata del mismo ser humano, para el Borges joven, un viejo, aunque sea él mismo, es una persona diferente. ¡Qué lío generacional! ¿Habrá leído Ortega y Gasset a Borges, a propósito de este lío generacional? En efecto, con el tiempo, nos volvemos personas diferentes, no sólo es nuestra apariencia, la vida nos hace ser otros.
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“El otro” me hizo preguntarme a mí misma que pasará conmigo dentro de dos, cinco, diez, veinte, cincuenta años… ¿Cuántas otras Sabinas habrá en ese camino? ¿Qué pasaría si ahorita llegara una Sabina de sesenta años y me cargara? ¿Se reconocería a sí misma? ¿La reconocería yo? Yo creo que no. En algún momento del cuento, los Borges sostienen un diálogo sobre los sueños, una clara influencia cartesiana en el maestro. Al final, justo esa es la coartada del Borges viejo, él justifica el olvido de haber tenido ese diálogo a los veinte años porque habría sido tan impactante que el joven lo tomó por un sueño, de tal forma que fuese más fácil olvidarlo. ¿Será eso posible? ¿Seremos capaces de borrar de nuestras mentes aquellos sucesos tan impactantes? Yo todavía no olvido los treinta y cuatro días que estuve en hospitales después de nacer; quizá algún día lo logre aunque no sé si en realidad lo quisiera olvidar. Mi papá me dijo que hay cosas que él preferiría olvidar pero que no es tan fácil; intentará hacerlo al estilo de Borges, pensar que eran sueños para archivarlos donde habita el olvido, como diría mi tocayo Joaquín Sabina.
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En fin, que ojalá alguien que haya leído esto se anime a leer (o a releer) al maestro Borges y viajar con el otro. El cuento se puede bajar de internet pero siempre será más placentero leerlo en un libro.
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Adiós.

miércoles, 2 de junio de 2010

Sabina: unas lecciones de Ortega y Gasset



A mi papá le gusta estarme leyendo mientras juego en mi gimnasio o me esfuerzo por aprender a gatear; a mí me gusta estarlo escuchando aunque a veces no entienda nada. Él trata de explicarme las cosas que considera son difíciles para mi, pero muchas cosas se le van. Otras veces, entiendo bien lo que dice pero él piensa que no entiendo y me explica. Cuando empiece a hablar ya la aclararé que entiendo y que no. Uno de los últimos libros que me leyó fue el de un señor español que se apellida Ortega y Gasset. Tenemos muchos libros de Ortega que iremos leyendo; mi abuelo el Moyo se los regaló hace tiempo a mi papá y, ahora, también son míos. A propósito de Ortega, mi papá me contó algo que sucedió hace algunos años con un presidente argentino muy ignorante y ratero, una verdadera pesadilla para su país; su nombre: Carlos Menem. Alguna vez asistió este fulano a España y allí dijo en tono solemne, algo así como "España siempre se ha distinguido por sus grandes hombres de letras; como, por ejemplo, Ortega... y también Gasset, otra gran escritor..." ¡Uf! Ya me imagino la cara de todos los asistentes. Ese Menem fue una verdadera calamidad para Argentina, contemporáneo de nuestra calamidad mexicana: Carlos Salinas. ¡Qué tipos tan nefastos!

El caso es que mi papá me leía "¿Qué es la filosofía?" de Ortega. Yo creo que a pesar de que Ortega es un filósofo que escribe muy claro, el tema es complicado. Este libro recoge una sesión de conferencias que el propio filósofo dio en España y Argentina en 1938. Ese Ortega sí que era bueno; toda una enciclopedia. Formado mayormente en Alemania, es súmamente crítico. Me doy cuenta que Ortega es un gran admirador de la tradición filosófica clásica: Platón y Aristóteles son sus grandes referentes. Afirma que a pesar de que ha pasado tanto tiempo, no hemos sido capaces, como humanidad, de comprender bien a los clásicos. Mi papá me comentó que Ikram Antaki decía que algo así como "filosofía es Platón, todo lo que se ha escrito desde entonces son notas al margen". ¿No es maravilloso cómo alguien que vivió hace más de 2500 años siga siendo el referente para el trabajo literario y filosófico de tantas generaciones? A mí me parece que sí lo es.

A los filósofos medievales, los padres intelectuales de la doctrina católica, Agustín de Hipona y Tomás de Aquino, Ortega también los coloca en lugar muy especial. Hace mucho énfasis en Tomás, con su brillantísima (aunque al mismo tiempo tramposa) interpretación de la doctrina aristotélica adaptándola de forma casi perfecta a la doctrina cristiana. Anteriormente, dice Ortega, Agustín había hecho algo similar pero con la obra de Platón. Agustín, al fin platónico, es mucho más emocional, mientras que Tomás es sumamente racional. Mi papá me ha dicho que pronto vamos a estudiar juntos a Tomás de Aquino pero que aún no se siente preparado para hacerlo. Dice que, por lo que le enseñó Ortega en sus lecciones y por lo poco que él conoce, para entender a Tomás tenemos primero que estudiar a Aristóteles.

En las lecciones de Ortega también aparecen como grandes referentes otros dos personajes maravillosos sin los cuales no sería posible entender nuestro mundo. Galileo y Descartes son los fundadores del pensamiento moderno. Uno italiano y otro francés, sin ellos sería imposible que el mundo fuese lo que es hoy, con todo lo bueno y malo que hay. Mi papá me dijo que después me leerá otro libro de Ortega que él leyó hace tiempo que se llama "En torno a Galileo". Dice que, aunque el título alude sólo al italiano, en realidad trata sobre todo el período del renacimiento y descarta las figuras tanto de Galileo como de Descartes. A propósito de Galileo se dicen muchas cosas negativas: que no fue él quién rompió con el geocentrismo, que se retractó de sus teorías, que fue un cobarde, que él no inventó el telescopio sino que se lo fusiló y no sé cuantas cosas más. Lo interesante de él es que fue el hombre indicado en el momento histórico preciso; retomando otra vez a Ortega, su circunstancia fue única en la historia de la humanidad.

Mi papá admira mucho a Descartes porque dice que sus trabajos están escritos en un lenguaje sencillo aunque no por ello deja de ser sumamente profundo. Es sorprendente como su Discurso del Método sea uno de los textos más influyentes en la historia del pensamiento contemporáneo. Otra vez, un hombre brillante al que le tocó vivir una circunstancia adecuada para que su pensamiento tuviera eco. Además de sus trabajos literarios, está otra maravillosa aportación de Descartes, el desarrollo de una de las ramas más hermosas de las matemáticas: la geometría analítica, disciplina que combina de forma maravillosa el álgebra y la geometría. Leer el Discurso del Método y estudiar geometría analítica debieran ir de la mano para los estudiantes de preparatoria. Mi papá ha prometido que me enseñará matemáticas cuando sea grande; espero que me lo cumpla porque con tanto que me platica ya tengo ganas de aprender aunque por el momento me conformo con darle vuelta a mi manita para verla por los dos lados; así puedo pasar muchos minutos. En fin, que ya mi papá me irá leyendo más cosas que estaré comentando.

Adiós.

domingo, 30 de mayo de 2010

Sabina: lo que me dice mi papá


Pasado mañana cumplo siete meses. No he escrito nada desde que cumplí cuarenta o cuarenta y cinco días, no recuerdo bien. Lo que pasa es que mi papá acapara la computadora y no me deja utilizarla; él dice que es porque ha tenido mucho trabajo, pero yo creo que nada más se dedica a hacerce güey (¡uy, perdón!, es que mi mamá ya me está pegando lo lépera). En fin, que trataré de escribir más seguido, aunque sea poquito. Voy a quitarle la computadora a mi papá y no voy a dejar que la utilice hasta que me compren la mía.

Muchas, muchísimas cosas han pasado a lo largo de estos meses. Lástima que no me hayan dado chance de escribir sobre ellas. Todos los días tengo cosas que contar, todos los días aprendo cosas nuevas. La verdad es que me la paso bastante bien, mis papás son chistosos; están medio güeyes porque no sabían como cuidar a un hijo, pero ya van aprendiendo. Debo reconocer que le han echado ganas.

Es fascinante descubrir el mundo; como decía, cada día descubro cosas nuevas. Recientemente descubrí mi mano. Me paso mucho tiempo contemplándola. ¡Es increíble! Mi mano responde a mis movimientos; como yo, mi mano es chiquita pero ha ido creciendo. Por otro lado, cada vez tengo mejor coordinación; antes era muy torpe y débil pero ahora ya puedo sosotener mi cabeza sin problema. Si me dejan boca arriba, ya me sé voltear yo solita pero me desespera no poder gatear todavía, ya mero lo voy a lograr.

La convivencia con mis animales también ha sido un acontecimiento para mí. De todos, con el que más contacto tengo es con Lucas; me encanta verlo y reírme de él. Está muy malito del corazón y por lo eso ya no sale a correr, espero que no se vaya antes de que pueda yo jugar con él. De Pupa todavía me acuerdo y me da tristeza no haber convivido más con ella; sin embargo, yo sé que desde el cielo ella nos cuida a mí y a mis papás. Andrés Manuel es otro que me cae muy bien, es un gato muy necio que se la pasa protestando por todo. El Abuelito es un gato muy serio, cada vez camina más lento; ni yo ni mis papás quisiéramos que sufra, nos gustaría que un día se quedara dormidito aquí en su casa y en compañía de quienes lo queremos. Ojalá que Dios le conceda un final feliz. Con Galatea y Angelita también convivo, aunque todavía no me dejan tocarlos porque en lugar de acariciarlos les jalo el pelo y se enojan. Finalmente, con Chapis y Mateo convivo cada vez más; casi diario voy con mi papá a pasearlos, me encanta verlos correr en el jardín, me emociono cada vez que los veo. Espero pronto poder caminar y jugar más con ellos.

Quisiera contar muchas más cosas: mi mamá cada vez me da menos pecho, desde hace un mes ya duermo solita en mi recámara, tengo casi dos meses en la guardería, mi papá me canta todos los días con un inglés muy malo, mi mamá dice que soy lo mejor que le ha pasado en la vida,... ¡Uf, cuántas cosas! Ya iré contando...

Ahora lo que quisiera platicar es algo que me dijo el otro día mi papá. Me pidió que no lo contara pero a mi me gustó mucho, así que ni modo, tendré que traicionar su confianza. Espero que después de esto, me siga contando cosas. Papá, al igual que mi mamá, dice que soy lo mejor de su vida. Dice que no quería tener hijos, por eso se tardó tanto en ser papá; mi mamá tampoco quería, así que estaban los dos de acuerdo en eso. Sin embargo, parece ser que gracias a lo que mi mamá estudiaba en la maestría, poco a poco le fueron dando ganas de ser mamá. Mi papá dice que en el fondo él también lo quería pero se cagaba de miedo (así dice). Hace casi año y medio, unos meses antes de que se decidieran probar a ver si yo me decidía a llegar, tuvieron una de sus crisis más fuertes, habían decidido separarse. ¡Lo que se hubieran perdido! Después de la reconciliación, decidieron dejar de cuidarse (así dice mi papá, no sé bien a qué se refiere) y a los dos meses de eso supieron que yo venía en camino.

Por supuesto, les he cambiado la vida a ambos. Desde que me adelanté al nacer y estuve más de un mes en el hospital, la vida fue distinta para ellos. Nunca dimensionaron mi nivel de demanda como tampoco dimensionaron el cariño que serían capaces de sentir hacia un ser tan pequeño como yo. Mi papá dice que nunca pensó que querría tanto a alguien como me quiere a mí. No importa que no lo deje dormir, que llore para que me cargue o que no le permita comer tranquilo. Afirma que yo y mi mamá somos lo que más quiere en el mundo y que está especialmente agradecido con ella porque piensa que si ella no se hubiera decidido a tener un hijo, su miedo hubiese sido más grande y no me habría tenido.
A mí me da muchísimo gusto que, fuese como fuese, ellos hayan decidido darme la oportunidad de venir al mundo y de cambiarles sus vidas. Seguiré despertándolos a media noche para que me den de comer y me cambien el pañal, seguiré también angustiándolos cuando me enfermo y seguiré llenando sus vidas dejándolos ver como aprendo cosas y descubro el mundo. Él disfruta muchísimo estar conmigo horas enteras, cantarme sus canciones ochenteras, bañarme todos los días y decirme que, cuando me río, él puede ver la sonrisa de Dios.

Bueno, ya me voy porque mi papá ya se despertó y va a querer usar la computadora. Además, no quiero que sepa que ando publicando sus intimidades.
Adiós.
P. Sabina.

viernes, 1 de enero de 2010

Lectura libre de la Biblia: de remiendos y creaciones

En las cuestiones espirituales,
con las sotanas me entiendo de perlas,
yo les financio sus bienes temporales
y ellos tramitan mi salvación eterna.
J.M. Serrat

Leyendo la biblia, me encontré, como siempre, con cosas muy interesantes. Aclaro que no soy ningún estudioso del tema sino un simple ser humano curioso e inquieto que expresa sus dudas; quizá a alguien podría interesarle. Únicamente sigo a Juan 5:39 cuando dice “Escudriñad las escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí”.
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Primero comparo y comento tres versículos del nuevo testamento referentes a un mismo pasaje; posteriormente, analizo parte de los capítulos 1 y 2 del libro del Génesis.
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En Mateo 9:16 podemos leer:
Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; porque tal remiendo tira del vestido, y se hace peor la rotura.
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Mientras que Marcos 2:21 dice:
Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; de otra manera, el mismo remiendo nuevo tira de lo viejo, y se hace peor la rotura.
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Finalmente, en Lucas 5:36 se lee:
Les dijo también una parábola: nadie corta un pedazo de un vestido nuevo y lo pone en un vestido viejo; pues si lo hace, no solamente rompe el nuevo, sino que el remiendo sacado de él no armoniza con el viejo.
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Si leemos con atención estos versículos, los cuales aparentemente hablan de lo mismo, observamos diferencias muy importantes. Marcos y Mateo dicen cosas prácticamente iguales, pero Lucas dice algo muy distinto. Para Marcos y Mateo, el remiendo que se coloca en el vestido nuevo proviene de un paño nuevo, es decir es sólo un pedazo de tela nueva. En cambio, en Lucas el remiendo se toma de un vestido nuevo; lo cual hace que este vestido se dañe sin remedio si se corta el vestido para tomar un trozo que sirva de remiendo para el vestido viejo.
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¿Qué sería lo que en realidad dijo Jesús? Seguramente habrá quien señale que la diferencia no es importante, pero yo considero que sí lo es; el mensaje de Jesús sería completamente diferente. Nunca sabremos si Jesús dijo esto o no, muchos menos podemos conocer la forma en que lo dijo y la intención que tendría al hacerlo. Sin embargo, aquí mi análisis ateniéndome sólo a lo escrito en la Biblia.
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Desde mi humilde punto de vista y tratando de entender lo que Jesús quiso decir con esta parábola, hay una referencia al nacimiento de una nueva forma de ver el mundo. El vestido viejo sería la religión judía, con toda la serie de imposiciones y severas reglas seguidas por fariseos, saduceos y escribas. Lo nuevo sería el fresco y nuevo mensaje de Jesús, el cual, aunque surge en el seno de la tradición judía, plantea cosas súmamente distintas. No tengo duda pues que lo viejo es lo judío y lo nuevo es el mensaje de Jesús y que los tres evangelistas coinciden en que no es conveniente mezclar lo nuevo con viejo. Pero aquí viene la diferencia tan grande entre Lucas, por un lado, y Mateo y Marcos, por el otro. Para estos dos últimos, lo nuevo no proviene de haber destruido algo, lo nuevo viene de algo sin terminar (el paño); nada se destruye si se corta un trozo de ese paño. En cambio, para Lucas, el remiendo se corta de un vestido nuevo, lo cual haría que ese vestido se arruine, quedando inservible.
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En los tres casos, se coincide con que el mensaje de Jesús, debe ser independiente de la vieja tradición. En Lucas, no hay compatibilidad entre el viejo y el nuevo vestido; simplemente no pueden mezclarse o de lo contrario se arruina el vestido nuevo. Desde mi punto de vista, Lucas ve una fe totalmente nueva, independiente de la vieja tradición. En cambio, para Mateo y Marcos, el remiendo no podría provenir de un paño nuevo, pero sí de un paño viejo o ¿por qué no?, de un remiendo cortado de un vestido viejo. Esto me hace pensar que su visión es que la nueva fe sí es compatible con la vieja tradición.
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Lo anterior coincide con Asimov (1969), quien señala que varios estudiosos afirman que el autor de Marcos se basó es Mateo para escribir su versión; se deja ver que ambos son judíos preocupados porque sus connacionales acepten a Jesús como el mesías. Por otro lado, Lucas es un gentil que desea difundir el mensaje de Cristo sin preocuparse porque éste sea o no aceptado por los judíos.
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Imposible saber con certeza qué dijo Jesús en realidad y, sobre todo, qué intención llevaba. Lo malo está en que las religiones cristianas crean tener la verdad y la interpretación correctas y, lo que es peor, que las tratan de imponer a los demás.
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Otra interpretación válida de la parábola del nuevo vestido y su viejo remiendo podría ser un ser humano convertido al cristianismo, renacido en una vida nueva, al que se le compara con el hombre inconverso, sumido en la oscuridad del pecado... En fin tantas interpretaciones como aquellos que desde hace dos mil años han lucrado con la fe de los creyentes, manipulando las Escrituras a su antojo y conveniencia.
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A continuación comparo algunos versículos de los capítulos 1 y 2 del libro del Génesis en los que encuentro lo que son, desde mi ignorante punto de vista, varias contradicciones.
Génesis 1 describe la creación del universo por parte de Dios; los famosos primeros seis días (el séptimo, el de descanso, está contenido en el capítulo 2). La descripción de lo que Dios hizo el sexto día comienza en el versículo 24 y termina con el 31, el último de este capítulo. Transcribo los versículos 25 al 27.
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1:25 E hizo Dios animales de la tierra según su género, y ganado según su género, y todo animal que se arrastra sobre la tierra según su especie. Y vio Dios que era bueno.
1:26 Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.
1:27 Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.
1:28 Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.
1:29 Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer.
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Todo en el sexto día. La creación de los animales primero, la del varón y de la mujer, juntos, después. Los subsecuentes capítulos describen la forma en la que hombre y mujer son bendecidos y ordenados para señorear el cielo y la tierra. También se les permite comer de todo el fruto que ellos deseen, no se habla nada del fruto prohibido, eso vendrá en Génesis 2.
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A partir del versículo 4 de Génesis 2, todo parece cambiar. Ya no se habla de los días de la semana, únicamente se explica más a detalle la creación del hombre. Aquí es donde se puede leer lo que todos conocemos sobre la costilla de Adán y del árbol de la ciencia del bien y del mal. Comienzan las contradicciones con Génesis 1. Sigo con algunas de ellas:
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2:7 Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.
¿Qué no habían sido creados al mismo tiempo el hombre y la mujer? (Gn 1:27)
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2:16 Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer;
2:17 mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.
¿No que podían comer todo lo que quisiesen? (Gn 1:29)
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2:18 Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él.
2:19 Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre.
2:20 Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo; mas para Adán no se halló ayuda idónea para él.
¿En qué quedamos? ¿No habían sido creados primero todos los animales y después el hombre y la mujer? ¿Cuántos días pasaron para esto a fin de que Dios se diera cuenta de que no había ayuda idónea para Adán?
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2:21 Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar.
2:22 Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre.
Otra vez. ¿No habían sido creados juntos en el sexto día? ¿Cuánto tiempo pasó para que Adán le pusiera nombre a todos los animales y se diera cuenta de que no le eran suficientes?
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Como estas contradicciones, podemos encontrar muchas más si tan sólo se leen con tención estos dos primeros capítulos del Génesis. Coincido con Asimov (1969) cuando dice que el primer capítulo del Génesis corresponde a autores mucho más primitivos que los que escribieron el resto del libro.
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A mi entender, se me hace más hermoso pensar en el Dios de Génesis 1, un Dios que no establece prohibiciones, que pone a la mujer y al hombre al mismo nivel desde el inicio y que crea a los animales antes que a los seres humanos.
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Son estos sólo algunos comentarios y cuestionamientos personales. Feliz 2010 para todos los que hasta aquí han llegado.
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Bibliografía:
Asimov, Isaac (1969). Guía de la Biblia. Antiguo Testamento. Tribuna Plaza y Janés. México.
Asimov, Isaac (1969). Guía de la Biblia. Nuevo Testamento. Tribuna Plaza y Janés. México.
SBU (1994). Santa Biblia. Versión Reyna-Valera, revisión de 1960. Sociedades bíblicas unidas. Brasil.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Fotos de Sabina

A petición pupular, algunas fotos de mi Pavlova Sabinowsky.





















domingo, 20 de diciembre de 2009

sabina: mi ángel





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y dile que la echo de menos,
cuando aprieta el frío,
cuando nada es mío,
cuando el mundo es sórdido y ajeno,
que no se te olvide,
es de esas que dan
siempre un poco más
que todo... y nada piden.
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Joaquín Sabina.
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Hola. Nuevamente estoy aquí, tomando el blog de mi papá para comunicarme. Como la gran mayoría sabe, estoy en casa con mis papás, nenes y bichitos desde hace poco más de dos semanas. Una disculpa para aquellos que no lo sabían aún; han sido días muy ajetreados en los que no he querido escribir sino disfrutar cada instante de la compañía de mis papás. Podría contar muchas cosas que me han pasado estos días, no me alcanzaría la vida para contarlas: la salida del hospital, mi viaje en el coche de mi abuelo Chava hasta San Juan del Río, el desconcierto de los perros por mi llegada, la necedad de los bichitos, la ropa que me queda grande, mis aretes nuevos, la inmensa alegría que tengo por estarme alimentando todos los días de mi mamá, la torpeza de mi papá para bañarme, las calabaceadas que le he echado a mi mamá cuando me cambia el pañal (¡ja, ja, já!), las visitas con mi doctora, el himno deportivo de la UNAM que mi papá me canta para dormir, mis ejercicios de estimulación temprana, todas las personas que han venido a verme (¡y todas las que faltan!), ¡uf!...
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Quiero contar un poco sobre mi relación con la Pupa. A ella la conocí desde el momento en que estaba en la pancita de mi mamá. Muchos de los que leen esto, saben la importancia que Pupa tiene en la vida de mis papás. Simplemente, ellos no estarían juntos y yo no hubiese nacido si no fuera por ella. Mi mamá me contó que hace siete años la encontraron en la carretera, saliendo de Aguascalientes rumbo al Distrito Federal; si mis papás no hubiesen pasado por allí en ese preciso instante, la habrían atropellado. Estaba muy chiquita, como yo. El hecho de que Pupa llegara a la vida de mis papás aceleró todo para que dos semanas después ellos decidieran empezar a vivir juntos en Cuajimalpa. Pasados algunos meses, las cosas entre ellos parecían no funcionar y se separaron. Sin embargo, mantuvieron contacto gracias a la Pupa; mi papá iba por ella todos los domingos para llevarla a pasear, ese había sido uno de los acuerdos de la separación. En una de esas visitas, mis papás se reconciliaron... ¡Y aquí estoy!
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A la casa de Cuajimalpa llegaron, además de Pupa, los gatos de mi mamá, Bichito y Bichita. Desde entonces, poco a poco la familia creció; unos se iban mientras que otros llegaban. Salomón y Bichita ya no están porque decidieron adelantarse en el camino pero llegarían Galatea, Chapis, Ángela, Andrés Manuel, Lucas y Mateo. Pupa también conoció a Spencer, un perro al que mi papá, mi tía Fer y mis abuelos quisieron muchísimo. Él murió de viejito hace cinco años.
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De todos los perros y gatos, Pupa fue la más sensible a mi llegada. Desde que estaba en la pancita de mi mamá escuchaba sus pucheros porque quería que le hicieran más caricias de las acostumbradas. Mis papás le explicaban que allí estaba yo y que pronto llegaría (¡y vaya que llegué pronto!). Pupa se les quedaba viendo, movía su cabecita, hacía pucheros y daba la manita. Desde allí formamos un vínculo muy fuerte e hicimos una especie de pacto.
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Vendrían muchos cambios. Cuando nací, Pupa dejó de ver a mi mamá durante más de un mes, mientras yo estaba luchando por vivir. Hasta mi incubadora en el Distrito Federal llegaba la energía de Pupa alentándome para que le echara ganas. Pupa, los otros perros y los gatos se sentían desconcertados, ¿dónde está mamá? ¿por qué mi papá está sólo? ¿por qué se duerme llorando? ¿por qué ya no nos dejan entrar a la recámara?...
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Cuando llegué todos se desconcertaron pero, otra vez, Pupa fue la más sensible. Desde el primer día, ella se echó en la puerta de la recámara, cuidándonos a mi y a mis papás. Al llorar yo, ella tembién daba unos pequeños sollozos y aullidos... Nos estábamos comunicando. Ella quería estar conmigo siempre para cuidarme, pero sabía que eso sería muy difícil.
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Hace un par de días se puso un poco malita, andaba más chilloncita de lo normal y mis papás la dejaron dormir en la recámara con nosotros. Me dijo que ya había encontrado una forma para cuidarme mejor, lo había decidido varios meses antes pero no me lo había querido decir. Anoche mi papá la llevó a San Gil con Ofelia; estaba su esposo Ricardo, también veterinario; ambos son maravillosos seres humanos.
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Pupa decidió que la mejor forma de estar siempre conmigo era convirtiéndose en mi ángel guardián. El cáncer ya tenía destrozados su hígado y sus riñones, desde las once y media está con Spencer, con Salomón y con la Bichita. Hace apenas dos días todavía fue a correr al río con mi papá y sus hermanos, estaba llena de vida.
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Ofelia le dijo a mi papá que la gente del campo afirma que los perros quieren tanto a sus amos, que dan la vida por ellos. Mientras yo luchaba por vivir, sé que muchas personas en sus oraciones le pedían a Dios que tomara sus vidas a cambio de la mía. Indudablemente que Pupa pidió lo mismo.
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Adiós Pupa, mi ángel guardián.

sábado, 28 de noviembre de 2009

28 días


Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en donde quiera que vayas.
Josué 1:9.

Hoy cumplo veintiocho días. La verdad es que estos días no han sido muy divertidos que digamos; como decía la última vez, mejor me hubiera esperado... ¡Yo que iba a saber! Las ganas de conocer a tanta gente maravillosa fueron más grandes que mi paciencia.
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Antes de contar algunas de las cosas que me han sucedido a lo largo de estas semanas, quiero dar las gracias a todos los que han estado al pendiente de mi. Han sido incontables las muestras de cariño hacia mi y hacia mis papás; si no fuera por todas sus oraciones y buenos deseos, las cosas serían mucho más difíciles para nosotros. De verdad, mil gracias a todos; que Dios los bendiga.
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Sé que gracias a tantas oraciones, estoy con vida y pronto saldré del hospital. Les pido de forma especial que así como han hecho oraciones para que yo me recupere, las hagan también por todos los amiguitos que he conocido en mis estancias por los cinco hospitales que he recorrido. Desafortunadamente, algunos de ellos no han tenido la suerte que yo he tenido y seguramente ahora ya no están entre nosotros. Por favor, te pido elevar algunas oraciones y pensamientos positivos por aquellos amigos míos que seguramente en estos momentos, mientras lees esto, se debaten entre la vida y la muerte. En verdad es triste saber que muchos bebés como yo se mueren por diversas causas. ¡Ojalá que todos pudieran sobrevivir!
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La única vez que hasta hoy había escrito, hace veintiocho días, comenté que trataría de escribir seguido para que todos supieran como iba. Las cosas se pusieron algo difíciles y hasta ahora no lo había podido hacer; por otro lado, mis papás han estado muy deprimidos porque, al igual que yo, ellos quisieran que ya estuviese con ellos. ¡Pronto mamá, ya falta poquito! No estés triste papá, sé que es difícil para ti estar lejos de mi mamá y vernos sólo los domingos pero ya pronto estaremos juntos en San Juan del Río con los nenes y los bichitos.
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Después de que por la ansiedad de llegar al mundo nací con dos meses de anticipación en el hospital San José, me trasladaron al hospital del IMSS de San Juan del Río. Allí, a mi mamá la dejaban estar mucho tiempo conmigo y mi papá me veía todos los días. En ese hospital por primera vez mi mamá me cargó; aunque fue muy poquito tiempo, nunca se me va a olvidar, fue muy bonito. Durante mi estancia allí, mi papá me leyó varios Salmos (me gustó mucho el número 23), los primeros capítulos del evangelio de Mateo y del Génesis. También me leyó un cuento que me gustó mucho, se llama Pulgarcito; mi papá me dijo que me lo leía porque Pulgarcito era chiquito como yo. De pronto, me puse muy malita; los doctores me diagnosticaron una infección en la sangre; me quitaron todo el alimento, me dieron muchas medicinas y me pasaron a un área especial. Fueron días muy difíciles; mis papás lloraban mucho porque me veían mal. Yo me la pasaba llorando porque tenía mucha hambre pero por la infección no me podían dar nada de comer.
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Los doctores de San Juan decidieron que debido a mi estado de salud, no podía seguir allí y me enviaron a otro hospital en Querétaro. Allí llegué el 8 de noviembre; me tuvieron cinco horas esperando en urgencias mientras me pasaban a la zona de recién nacidos. Fueron horas terribles para mis papás; conocí por primera vez a mi papá enojado. Él y mi mamá se desesperaron porque no me atendían, él comenzó a gritarles a los médicos y a las enfermeras; amenazó con demandarlos y todo; yo pensé que los iba a golpear. Gracias a eso, le hicieron caso y por fin me pasaron con los recién nacidos. Allí, un doctor habló con mi papá y le comentó que mi estado era grave; todos estaban muy preocupados. Mi papá se regresó con mi tía la Güera a San Juan y mi mamá se quedó con mi abuela Pilli y con Óscar en Querétaro. También ese domingo mi abuela Queta y mi tía Fer estuvieron acompañando a mis papás mientras estaban en el hospital de San Juan.
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Al día siguiente, el lunes 9, comenzaron a moverse muchos conocidos. Arturo, uno de los mejores amigos de mi papá, trabaja en el IMSS y le habló a algunas personas. Pilli y Óscar hablaron con un sobrino suyo que trabaja en la presidencia con Margarita Zavala, la esposa del enano espurio de Calderón. También, mi tía Fer contactó a una clienta suya, Rosa Isela, que trabaja en el Centro Médico de la Ciudad de México. Debido al maltrato de que fuimos objeto en el IMSS de Quererétaro, mis papás perdieron la confianza en ese hospital. Gracias a toda la serie de contactos, ese mismo lunes me trasladaron en una ambulancia al hospital de pediatría del Centro Médico del IMSS en el Distrito Federal; decían que allí tenían el mejor equipo, instalaciones y médicos para tratar casos graves como el mío. Para mí ha sido muy triste descubrir que para recibir un trato digno en instituciones públicas como el IMSS, hay que echar mano de influencias; ¿por qué no todas las personas pueden tener una atención digna y oportuna? ¿por qué se maltrata a la gente humilde que no puede defenderse? ¿cuántos niños mueren diariamente en nuestro país por falta de atención o por negligencia médica? Con tristeza me voy dando cuenta que hay cosas que no funcionan bien en el país en el que elegí nacer.
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Mi mamá se fue conmigo en la ambulancia; al principio yo venía tranquila pero después me empezó a dar hambre otra vez y comencé a llorar mucho. Pobrecita de mi mami, yo contemplaba su cara de sufrimiento por no poderme consolar. Hubiera querido dejar de llorar para que ella no sufriera pero en verdad tenía mucha hambre, eran ya muchos días sin probar alimento. ¡Perdóname mamá! Llegué al Centro Médico en la noche y de inmediato me pasaron, ¡vaya diferencia! Los doctores me atendieron de inmediato; me hicieron estudios y me valoraron. Comenzaron a retirarme algunos medicamentos y también ¡por fin! me empezaron a dar de comer. Primero poquito; después, como vieron que comía bien, me fueron aumentando las dosis.
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Durante los cindo días que permanecí en el Centro Médico, tanto mi mamá como mi papá estuvieron en el D.F. y se quedaron a dormir con mis tíos Fer y Ricardo; ellos son unos excelentes anfitriones, igual que mi abuela Queta. Mi mamá está de incapacidad, así que no tiene que ir a trabajar; sin embargo, mi papá sí faltó durante esa semana a las escuelas en las que da clases. Afortunadamente, en todos lados recibió mucho apoyo de sus compañeros e incluso de sus alumnos; sé que también que muchos de ellos estuvieron orando por mi recuperación. Mi mamá se está quedando en la casa de mi abuelo el Moyo, allí se siente acompañada por él aunque no deja de sentirse triste y de llorar.
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Algo maravilloso que me sucedió en el Centro Médico fue que me comenzaron a dar leche de mi mamá; ¡qué cosa más deliciosa! En verdad que no hay nada más rico ¡Mmmmmhh! Pero lo mejor que me ha pasado durante estos primeros veintiocho días de vida sucedió el miércoles 11; nunca lo olvidaré. La doctora Madrigal le permitió a mi mamá que me diera leche directamente de su pecho. ¡Ufff! Allí me di cuenta lo maravillosa que es la vida; ese día decidí que le echaría todas las ganas del mundo para sobrevivir y volver a alimentarme directamente de su pecho. Nunca olvidaré su mirada de amor mientras yo succionaba ese líquido delicioso y tibio. Satisfecha, me quedé dormida de inmediato; la emoción fue enorme. Desde aquel día, no deseo otra cosa que volver a alimentarme de esa forma; no nos han dejado los doctores hacerlo de nuevo pero sé que pronto lo haremos otra vez. ¡Te quiero mucho mamá! ¡Gracias por ser quien eres! ¡No me equivoqué al escogerte!
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Al día siguiente, me trasladaron al hospital del IMSS que está en la avenida Gabriel Mancera, en la colonia Narvarte. Nuevamente fue gracias a Rosa Isela que me dejaron allí; originalmente me iban a enviar de regreso a Querétaro pero gracias a ella y a su esposo, me dejaron en el D.F.; creo que fue lo mejor después de la mala experiencia en Querétaro. También recibí apoyo del Doctor Delfín, director del hospital de pediatría del Centro Médico, porque es gran amigo de mi abuelo Chava y de una prima de mi mamá... ¡Qué coincidencias y de nuevo que triste es que en mi país haya que recurrir a influencias para recibir un trato digno por parte de las instituciones públicas! Lo del Doctor Delfín fue muy curioso. Primero, la prima de mi mamá habló con él por teléfono y ya con esa referencia mi mamá lo visitó en su oficina. Una hora después, mi mamá recibió una llamada en su celular del mismo doctor Delfín diciéndole que mi abuelo Chava le había llamado para pedirle apoyo porque son muy buenos amigos. Mi abuelo y la prima de mi mamá se conocen porque todos son bohemios de corazón. ¡Qué mundo tan pequeño, tan pequeño como yo!
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Desde el jueves 12 que llegué al hospital de Gabriel Mancera he estado mucho mejor. Lo malo es que mi papá se tuvo que regresar a San Juan por su trabajo y para atender a los bichitos y a los nenes. Ahora sólo lo veo un ratito los domingos. Sin embargo, mi mamá y él hablan todos los días por teléfono y ella me platica de él. Sé que, igual que mi mamá, ha andado muy deprimido por no poder estar con nosotras; ¡ánimo papá, ya pronto salgo de aquí! Ya no estés triste, falta muy poco para que estemos juntos y me vuelvas a leer Pulgarcito, el Salmo 23 y el evangelio de Mateo.
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Es increíble la cantidad de cosas que pueden pasar en veintiocho días. Sería imposible contarlas todas. He conocido a muchos bebés y a sus papás; detrás de cada uno hay muchas historias. Dios los bendiga a todos. Por cierto, hablando de Dios; el martes pasado una señora fanática y muy metiche le dijo a mi mamá que me "deben" bautizar... ¿Y quién le preguntó? ¿Qué cosa es eso de que los bebés nacemos con un pecado y por eso "tienen" que bautizarnos? Pase lo que pase, mis papás han decidido que no me impondrán ninguna religión. Ellos piensan que Dios es mucho más grande que cualquier institución creada por los seres humanos. ¿Qué se creen los ministros de las distintas religiones para sentirse intermediarios entre Dios y las personas? ¿Cómo es que un señor que vive en un palacio y rodeado de riquezas dice representar a ese ser maravilloso que hace dos mil años vivió en la pobreza predicando un mensaje de amor, alejado de cualquier religión? Dios y yo tenemos comunicación directa, no necesito de ningún intermediario.
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Por mi salud han orado muchos laicos, católicos, protestantes, judíos, testigos de Jehová y hasta musulmanes. A todos se los agradezco de corazón porque sé que cada quién lo ha hecho desde su muy respetable fe. ¡Bendita sea la libertad de credos y bendito el respeto por las creencias de cada quién! A esa señora del Opus Dei le digo que no se meta en lo que no le importa; allá ella y su fanatismo medieval, que tenga las creencias que quiera pero que respete a los que pensamos de forma distinta.
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Durante este par de semanas, poco a poco he ido ganando peso. Los doctores dicen que estoy muy bien, ya sólo estoy en fase de recuperación. Tengo un pequeño soplo en el corazón, pero nada de cuidado. Nací pesando mil 450 gramos; por la infección, bajé hasta menos de mil 200 pero ahora ya estoy cerca de los mil 700 gramos. Hoy le dijeron a mi mámá que por primera vez van a probar dejándome en una cuna, fuera de la incubadora. Si regulo bien la temperatura de mi cuerpecito, ya no me regresan a esa pecera. Le voy a echar muchas ganas para que así sea; sin embargo, si no reacciono bien, me regresan a la incubadora y probamos en unos días más. A mi ya me anda por que me den de alta, irme a San Juan, conocer a los bichitos y a los nenes, dormir con mis papás y alimentarme de mi mamá.
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No sé cuando vuelva a escribir pero ya te avisaré. Mientras tanto, si has llegado a leer hasta aquí te doy las gracias por tu interés, tus oraciones y tus buenos deseos. Ten por seguro que yo estaré pidiéndole a Dios por ti y por tus seres amados.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Sabina: ¡Ya llegué!

No quise esperarme más tiempo, nueve meses allí adentro era demasiado. Ya quería conocer a mis papás, a los nenes y a los bichitos. Todos ellos son muy necios pero también chistosos. Decidí que era hora de salir. Mis papás tenían planes completamente diferentes para mi nacimiento: querían que naciera por parto natural en agua, en Querétaro, con la doctora Nayelli y Claudia para que nos apoyaran. También querían que mi tía la Güera estuviera presente para que filmara todo y no sé cuantas cosas más. ¡Ja, já! Me les adelanté. No fue por mala onda, sólo que ya me sentía muy incómoda. Además, yo quería nacer aquí, en San Juan del Río; aunque es un pueblo, mis papás están muy contentos viviendo aquí desde hace casi cuatro años; aquí me concibieron, aquí decidí nacer y aquí quiero vivir. Hay mucha gente que dice que es un pueblo y tienen razón, por eso mis papás decidieron venirse para acá. ¡Qué bueno que se salieron del DF! Las veces que viajó mi mamá para allá conmigo dentro de su pancita, pude sentir el estrés de la esa ciudad... ¡De la que me salvé! Mis papás y yo estamos felices aquí en San Juan, aunque sea un pueblo bicicletero.

Lo que no había pensado es que como nací tan chiquita, peso menos de un kilo y medio, me iban a tener en esta como pecera y sin poder estar con mis papás. ¿Por qué no me lo avisaron? De haber sabido, me hubiera esperado el mes y medio que me faltaba. Lo que pasa es que en el curso psicoprofiláctico que tomaron mis papás, Claudia hablaba de muchas cosas; pero nunca mencionaron que si nacía antes me iban a tener aquí... Ni modo, eso me gano por ser ansiosa como mi papá.

Fue bastante sorpresivo para todos. El sábado en la noche mi mamá acababa de llegar del Beibi Chagüer (perdón, pero todavía no sé hablar inglés, con trabajos entiendo el español) que le organizaron en Querérato. También eso me animó a salir antes; todas las personas que estaban allí me cayeron muy bien y las quería conocer. Fue en casa de mi abuelita Pilli y de su novio Óscar, todo estuvo muy rico y nos regalaron muchas cosas; mi abuelita y Óscar son muy buena onda, los quiero mucho. Cuando regresamos a la casa, mi papá andaba dizque haciendo un trabajo de la maestría, le dí chance que terminara; empecé a dar lata como a las doce de la noche. En mi casa se quedó a dormir mi otra abuelita, Queta, porque vino al Beibi Chagüer. A ella la veo menos porque vive en el DF pero también la quiero muchísimo; igual que a mis otros dos abuelos, Moyo y Chava, y a mis tíos Fer, la Güera, Nacho y Ricardo. A todos los quiero mucho, justo por quererlos conocer, se me ocurrió llegar antes.

Llegamos al hospital San José aquí en San Juan; yo ya iba de salida. Me atendió un doctor al que mis papás apenas conocieron ese día; está bien chistoso, se parece a Jesús Ochoa, hasta habla igual que él. La doctora que al parecer va a ser mi pediatra me cayó muy bien; se llama Paty también la conocimos todos ese día. Pobrecita de mi mamá; se tuvo que aventar todo ella solita, sin anestecia, ni preparación, ni nada. El hospital al que llegamos está muy bonito, es el mejorcito del rancho; nos atendieron bien pero mi mamá sufrió mucho. Si me hubieran dicho que a ella le iba a doler tanto por llegar tan de sorpresa, me hubiera esperado, aunque sea un poquito más. Comprobé que no me equivoqué al escogerla a ella como mamá, se portó muy valiente, está chaparrita como yo pero es muy brava. ¡Gracias mamá! Estoy muy orgullosa de ti, sin tu esfuerzo yo no estaría en este mundo. Mi papá también estuvo sufriendo mucho, él estaba escuchando afuera de la sala de expulsión escuchando los gritos de mi mami; no podía hacer nada, nada más le pedía a Dios que todo pasara rápido.

Inmediatamente que nací, le dí a mi mamá otro sustote. Al salir, yo estaba muy confundida; como estoy tan chiquita no tengo mucha fuerza todavía y salir me costó trabajo. Cuando Ochoa me vió, comentó que estaba yo muy chiquita; la doctora Paty me vió y luego volteó a ver a Ochoa. Los dos hicieron una cara como de preocupación; yo no llorarba por el esfuerzo que había hecho. Mi mamá le preguntó a Paty que por qué yo no lloraba; le respondió con un gesto de desconcierto. Mi mami pensó que había nacido muerta... ¡Pobrecita! ¡A para sustitos y sorpresitas que le he dado! Insisto que es muy valiente mi mami. Ella dice que yo soy lo más hermoso del mundo pero mi papá le dice que no, que ella es más hermosa; yo estoy de acuerdo.

La doctora Paty me llevó a otra salita. Sin que lo vieran, mi papá se asomó a verme por una ventanita que había en la puerta. Después de unos pocos segundos empecé a llorar; cuando mi mamita me escucho, se calmó bastante. El Ochoa le dijo: "ye ves m'hija, tiene unos pulmonzotes". Quien sabe que tanto me hacían la doctora y los asistentes; cuando se dieron cuenta que mi papá estaba viendo por la ventanita lo corrieron, le dijeron que estaba prohibido pasar hasta allí. Se regresó al pasillo y allí escuchó a mi mamá gritar mucho más fuerte. Lo que pasa es que como nací antes, el cuerpecito de mi mami, chiquito como el mío, no estaba listo para explular todo, así que Ochoa tuvo que hacerle una especie de limpieza interna para que no quedara nada adentro que pudiera afectarle más adelante.

Si me hubiera tardado un poco más, lo ideal era hacer una operación, creo que le llaman cesárea o algo así. Mis huesitos están muy tiernos y cuando pasara por el canal iba a tener problemas; sin embargo, como llegamos tarde, ya no se podía hacer nada, ni siquiera ponerle anestecia a mi mami. ¡Pobrecita! Pero ella es bien valiente y aguantadora, por eso la quiero tanto. Gracias a su esfuerzo y a las ganas que le echó, no se afectaron mis huesitos, sólo lo normal. Mi papá seguía con la angustia afuera de la sala. Por momentos le quería gritar a mi mamá pero no podía ni hablar; él sí que no hubiera aguantado, es bien chillón, no como mi mamá que es más brava que el chile de árbol.

Yo hubiera querido que de inmediato me pusieran en el pecho de mi mamá, como lo veíamos en los videos que nos pasaba Claudia en el curso. Mis papás habían pensado en poner música de Serrat y de mi tocayo Sabina así como velas y poca luz para recibirme. Pero bueno, por mi ansiedad de conocerlos no pasó nada de eso; sin embargo, estoy feliz de estar viva, aunque sea tan chiquita. Le estoy echando muchas ganas en esta pecera para crecer rápido y que pronto pueda conocer a mis bichitos necios y a mis perros latosos.

Nada más me dejaron ver a mi mamá de lejos y muy rápido, luego a mi papá y me metieron en una especial de pecera, oí que le dicen incubadora. Como la doctora Nayelli le había recetado el miércoles anterior a mi mamá una medicina para reforzar mis pulmoncitos, desde que nací estoy respirando yo solita, no he necesitado oxígeno ni respiración artificial. Todos dicen que eso es muy bueno porque lo único que tengo que hacer es crecer para ganar peso; llegando a los dos kilos me dejan salir de la pecera para poder irme a mi casa con mis papás.

Mientras estuve en la pecerita del San José, conocía a mucha gente. Ellos piensan que no los ví pero reconocí las voces de todos. Allí estaban mis dos abuelitas, Queta y Pilli; junto con Pilli llegó el buen Óscar, ya dije que es algo así como mi abuelito postizo. Luego llegaron la Güera y Nachito. Por cierto, mis papás han decidido que ellos van a ser como mis padrinos. No serán exactamente mis padrinos porque mis papás no piensan bautizarme porque, además de que ellos no creen en eso, yo no estaría de acuerdo en que me bautizaran sin consultármelo. Quizá yo de grande decida ser católica, budista, musulmana o hare krishna pero eso lo decidiré yo; eso me gusta mucho de mis papás, que piensen en la libertad que tendré para decidir cosas importantes. Decía que Nacho y la Güera aceptaron ser quienes se hagan cargo de mí por si algo les llegara a pasar a mis papás; ojalá que no haya necesidad de eso. Quiero que pronto llegue mi prima, la hija de ellos que se va a llamar Tiffany Yei o algo así; si es primo se va a llamar Stephen Alexander. Que llegue pronto para que yo tenga alguien con quien jugar porque mis papás no quieren tener más hijos; si deciden traerme un hermanito para mí, sería adoptado. Bueno, eso dicen ahorita, pero también mucho tiempo dijeron que no querían tener hijos y aquí estoy yo.

Más tarde llegaron al hospital mis otros tíos, Fer y Ricardo. Ellos estaban en el DF pero cuando se enteraron de que ya había nacido no dejaron de hablar por teléfono para ver como iba todo y después llegaron a vistarme. También reconocí sus voces desde lejos. A ellos también los quiero mucho, son personas maravillosas con las que mis papás cuentan de manera total. Su apoyo fue muy importante durante todo el tiempo. Un poco más tarde llegó el Moyito; cuando me vio, lo primero que dijo, reconocí perfectamente su voz, fue que yo estaba rojita como él después de echarse sus tequilas. Nada más que salga de esta pecera, le voy a pediro al Moyo que me toque con su guitarra el concierto de Aranjuez o alguna de Serrat.

Al único que no vi fue a mi abuelo Chava. Va venir mañana martes pero no me va a poder conocer porque sólo mis papás pueden pasar a la clínica a verme. Tendremos que esperar un poco para concernos. Me acuerdo que cuando mis papás le avisaron que yo venía en camino lloró de la emoción; no es fácil verlo llorar, eso quiere decir que le dio gusto la noticia. Como al Moyo, también a él le voy a pedir que me cante algo de Serrat; le sale muy bien la de "Esos locos bajitos".

Muchas personas que nos quieren a mis papás y a mi han hablado por teléfono para saber como estaba todo. A todas les doy las gracias desde mi pecera, créanme que le estoy echando muchas ganas; mis papás me vienen a ver todos los días, me platican y me acarician. Si hablan con mis papás, díganles por favor que no estén tristes, que yo también quisiera estar con ellos pero que estaré aquí sólo una semanas para después estar juntos, jugar, salir a pasear y convivir con Andrés Manuel, Galatea, Bichito, Angelita, Lucas, Pupa, Chaparra y Mateo. Ya quiero dormir en mi cuna, tomar lechita de mi mamá y que mi papá me bañe todos los días. También estoy ansiosa conocer a tantos amigos y gente maravillosa que está al pendiente de nosotros y que leerá lo que escribo. No estoy nada mal aquí; está calientito, me dan de comer y me atienden bien. Sin embargo, creo que nada se va a comparar con estar abrazada de mi mami viéndola a los ojos y dándome de comer. Como dice mi tocayo, el flaco Sabina:

Incluso en estos tiempos,
triviales como un baile de disfraces,
todos los días tienen unas horas
para gritar al filo de la aurora
la falta que me haces.
Y se iría el dolor mucho más lejos
si no estuvieras dentro de mi alma,
si no te parecieras al fantasma
que vive en los espejos.


Los siguientes días estaré entrando al blog de mi papá para que sepan como va todo, como me siento yo y como se sienten mis papás. A nombre mío y de ellos, gracias a todos los que están el pendiente de mi y especialmente gracias a Dios, a la vida o a eso que cada quien le llama como quiera por permitirme conocerlos. Todos ustedes son, desde ahora, parte de mi vida.

PSGMO

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Cuento: Zapatitos nuevos

Al tercer intento, por fin lo logró. El derecho le costó más trabajo que el izquierdo, sería porque les hacía falta aflojar; pensó que aquello era normal con los zapatos nuevos. Lo bueno era que Isabel no sentía que le apretaban.

— Luce hermosa, nadie podría decir lo contrario — pensó Delfino.

Había iniciado una hora antes, después de las doce del día, hora en que llegó con Isabel. La ropa estaba acomodada sobre la cama desde antes. Todo era nuevo: desde los zapatos hasta la diadema. Primero, la limpió con mucho cuidado; pasó una toallita húmeda por las comisuras de su boca, alrededor de los ojitos y también en la barbilla. Había iniciado por los pies, le puso los calcetines que a la altura de los tobillos tenían un dibujo de Pluto, el perro de Mickey Mouse. De allí pasó a los calzoncitos verdes que le compró cuando Minerva tenía cinco meses de embarazo. Eran de ese color porque no pudieron saber antes el sexo debido a que no funcionaba el ultrasonido del centro de salud.

Con mucha delicadeza, como si no la quisiera despertar, le puso la playerita. Ésta se la había regalado Pancho; desde el día en que les preguntaron a él y a Bertha, si querían ser los padrinos, ellos les regalaban algo nuevo cada semana. Estaban muy contentos; Pancho y Bertha llevaban dos años queriendo tener un bebé pero no habían podido lograrlo.

— ¡Qué bendición para ustedes!, de verdad que me das envidia de la buena — le dijo Bertha a Minerva cuando ésta le dio la noticia. — ¡Muchas felicidades, mana!
— Gracias. Ya verás que pronto a ustedes también les llega. Nomás es cosa de tener un poquito de paciencia y de rezarle mucho a la virgencita. Si quieres, nos lanzamos a la Villita el día que quieras, igual nos vamos caminando desde aquí, para que la virgencita vea que hacemos un sacrificio. Ya verás que pronto vas a quedar panzona y nuestros hijos se van a criar juntos mana.
— ¡Órale pues! Me gusta la idea de ir a ver a la virgencita. Tú dices cuando...

Ya estaba toda la ropita interior puesta. Ahora seguía el vestido. Lo había comprado en la Lagunilla un día antes. Fue él solo, Minerva no lo quiso acompañar. No salió a comer para que el maestro lo dejara salir de la obra un hora antes. De todos modos ya sabía que con Don Sebas no había problema, pero, a pesar de la situación, no quería abusar. Ya había faltado dos días mientras Mine estaba en el hospital. Él no siempre había podido acompañarla aunque trataba de hacerlo para que el médico no le pusiera caras; cuando iba sola, Mine decía que la trataban muy mal.

— ¡Ya vienes otra vez! ¡A pero que lata contigo de veras! ¡Ya te dije que te regreses a tu casa mujer!
— Pero es que ya se pasaron las cuarenta semanas doc, ¿no es mucho ya? Una señora que conozco dice que puede ser peligroso.
— ¡Y dale con lo mismo! ¿Cómo quieres que te diga que es normal? ¿Quién sabe más, esa señora que dices o yo? No todos los niños nacen igual, hay algunos que se toman unos días más. Mira, regrésate a tu casa y deja de dar lata. Cuando ya sientas contracciones, entonces sí vienes y te internamos. Ahora vete, que tengo mucho trabajo.
— ¿Pero no me va a revisar aunque sea? ¡Ándele! Nada más para asegurarnos...
— ¡Ya vete carajo! Te digo que todo está bien. Mira que le estás quitando tiempo a personas que de verdad necesitan el servicio; ¿no ves la cantidad de pacientes que tengo? ¡La que sigue por favor!

— ¡Qué rechula se ve m'hija con su vestido! — Pensó Delfino mientras en su rostro moreno se dibujaba una tímida sonrisa; clarito vio que la niña sonreía también. Habían decidido llamarla Isabel, como la tía de Minerva que se había hecho cargo de ella cuando su mamá se fue a trabajar a los Estados Unidos, de donde nunca volvió.

Le puso en su cabecita la diadema. Hacía juego con el vestido, hasta arriba tenía una florecita de tela blanca, era un poco más chica de la que el vestido tenía a la altura de la cintura. Ese detalle es lo que más le llamó la atención, por eso se decidió a comprarlo. Terminó calzándole los zapatitos, primero el derecho y luego el izquierdo.

Tocaron la puerta y, sin esperar respuesta, la abrieron. Era Pancho.
— Ya llegó la carroza.
— Sí compadre, ya casi está lista.

Las lágrimas de Delfino mojaron la fría rodilla de su hija mientras terminaba de asegurar la hebilla del zapatito izquierdo.

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martes, 15 de septiembre de 2009

Relato: Hora de abrir

Son las nueve de la mañana, hora de abrir la puerta. No se abre sólo una puerta, se abre también un mundo de esperanzas e ilusiones. Ambos están juntos, de allí parte su fortaleza. Muchos recuerdos se amontonan en sus mentes y, por qué no decirlo, también en la mía. Haciendo una línea de tiempo, los primeros son los infantiles. Jugábamos los dos al salón de belleza. Con dos padres dedicados a eso, no podía ser de otra manera. Supongo que algún día la tucé a ella, o ella a mí, no lo recuerdo con certeza pero estoy casi seguro de que debió pasar. Íbamos los domingos al salón de mi papá para que nos cortara el pelo. Yo esperaba que se lo cortaran a ella para decirle: "te cambió la cara". Realmente cambiaban nuestras caras, las caras de toda la gente. ¿Cuántas veces se cortará el pelo una persona en su vida? Vamos a ver, pensaré en mi caso. Supongamos que voy a la peluquería cada mes y medio, esto me da unas ocho veces al año. Si vivo, digamos, setenta años, entonces estamos hablando de quinientos sesenta cortes de cabello a lo largo de mi vida. (El cálculo que acabo de hacer me recordó a Kundera y La insoportable levedad del ser, cuando Tomás calcula la cantidad de compañeras sexuales que ha tenido a lo largo de su promiscua vida, llegando a una fabulosa y envidiable cantidad). Los cortes de cabello que nos vamos haciendo reflejan el paso del tiempo y el transcurrir de nuestra vidas. Basta con recorrer con la mirada viejas (y no tan viejas) fotografías para darnos cuenta de la forma en la que nos marcan. Si llevásemos la cuenta precisa de ellos, indudablemente tendríamos un inventario completo de nuestro efímero paso por el mundo.

Recuerdo los días en que Fer o yo nos íbamos "a trabajar" a Princess. Mi papá nos llevaba de vez en cuando, cuando había vacaciones, para que estuviésemos en el salón. Recuerdo bien un par de ocasiones, aunque seguramente fueron muchas más. Ella también fue varias veces. Más tarde, ya adolescente, de catorce a quince años, yo estuve en el salón por un período bastante más prolongado. Fue durante la época que esperaba entrar a la prepa. Había salido en junio de la secundaria y en aquel tiempo debía esperar hasta noviembre para entrar a mi nueva escuela, así era el calendario de mi bendita UNAM. Durante buena parte de aquellos meses estuve trabajando en el salón, dando mis primeros pasos para aprender el oficio. Ángeles, una de las empleadas, me dio las primeras lecciones: aprendí a colocar carretes, técnicas básicas para cortar el cabello y aplicación de líquidos para no sé cuantas cosas. La idea era aprender para dedicarme a ese oficio, de tal forma que a futuro lo combinara con los estudios. No iba mal la cosa, llegué a hacer un par de cortes de cabello, mis primeras víctimas fueron Alfonso el conserje del edificio y Aldo, un vecino. ¿Qué pasó después? No lo recuerdo bien. En algún momento le dije a mi papá que ya no quería seguir porque "prefería hacer cosas más difíciles". De eso se acuerda él muy bien porque a veces mencionaba la anécdota cuando me veía haciendo algún trabajo o proyecto de la facultad. Yo creo que más bien fue la hueva, era más cómodo seguir siendo hijo de papi y dedicarme sólo a estudiar, que combianar el estudio con el trabajo. Bien decía mi abuela que "al trabajo y a los cingadazos no cualquier huey le entra". En ningún momento contemplé dejar de estudiar, así que entonces decidí dejar de trabajar. Después de aquel intento, seguí siendo hijo de papi y no volví a trabajar sino pasados cinco años, cuando en tercer semestre entré a trabajar a mi primera obra para ratificar o rectificar mi decisión de seguir estudiando ingeniería civil.

Quien no dudó fue ella. Comenzó a ir al salón terminando la preparatoria. Decidiría uno de tres caminos distintos: estudiar ingeniería en sistemas, ser educadora o dedicarse al oficio paterno. Nadie puede saber si fue la mejor decisión pero estoy seguro que cualquiera que hubiese sido, ella habría tenido éxito. En principio, se dio un año para probar el trabajo en el salón. Su primera maestra también fue Ángeles; no sé si ella pensaría que Fer abandonaría el oficio en el intento de la misma forma que lo hizo su anterior pupilo. Nada más lejos de la realidad que aquello. Fue el oficio que decidió adoptar para convertirlo en una verdadera profesión, en un arte, en un modo de vida. Sin embargo, aunque su decisión estaba tomada, siempre guardó en su mente el deseo de estudiar una carrera universitaria. He de decir que, muchos lo sabemos, además de trabajadora, Fer es una persona sumamente inteligente. Años después, decidió estudiar la licenciatura en administración. Su desempeño escolar fue extraordinario. Ya había demostrado su capacidad en la prepa y ahora tomaba revancha con la licenciatura. Su mérito fue triple: mientras estudiaba, nunca dejó de trabajar en el salón y además de eso, cargó con una enfermedad que a cualquiera hubiera tumbado; claro, a cualquiera menos a ella. Justo en la universidad fue alumna de quien hasta la fecha ha sido su compañero de vida, un verdadero regalo de Dios. Un hombre en toda la extensión de la palabra, un ser humano excepcional. Ricardo ha estado siempre con ella, animándola y apoyándola en todos los momentos en los que ha sido necesario.

Cuando Fer terminó de estudiar y se tituló con mención honorífica (no podía ser de otra forma), le renunció a mi papá. Además de que por diversas circunstacias la relación laboral y personal entre los dos estaba muy desgastada, ella deseaba forjarse un camino propio. Comenzó a buscar colocarse en algún salón para continuar con su preparación y seguir aprendiendo. En algún momento platicamos y le ofrecí algo: asociarnos y poner juntos un salón. Así lo hicimos. Leémbal fue uno de mis intentos por tener un negocio propio pero, al margen de lo que sucediese, era la oportunidad para que ella se independizara. Allí estaba presente, como siempre, mi mamá. Iniciamos los tres con mucho ánimo, juntos repartíamos volantes vestidos con nuestras camisetas rojas en Avenida Cuauhtémoc y Eugenia. Por diversas razones, la cosas no se dieron como nosotros hubiésemos querido. En algún momento decidimos abandonar ese local; recuerdo el sábado en que salimos a caminar para platicarlo. Ella lloraba amargamente, se sentía muy desanimada, decepcionada. Hice lo que pude por consolarla; por mi parte no había ningún problema, siempre había camino por recorrer. Se desmontó el equipo de aquel local y se mudó a casa de mi mamá, allí continuó operando el salón; en aquel momento, estoy seguro que esa fue la mejor alternativa posible. Allí, juntas, Fer y mi mamá, han sacado adelante hasta ahora el negocio y lo han visto crecer.

Han pasado más de cinco años. Hoy, Fer y Ricardo abren la puerta de su salón, de un nuevo proyecto. Una oportunidad, un sueño, una ilusión y un merecido premio a la constancia, a la entereza, a la disciplina, al amor que se tienen y a la fe que comparten. Compañeros en las buenas y en las malas. Muchas cosas han pasado desde aquellos días en los que Ricardo le daba clases de matemáticas a la alumna más dinosáurica de la Universidad Tecnológica Americana. Dios los bendice a ambos, pase lo que pase con este nuevo proyecto, ambos cuentan con lo más importante: se tienen el uno al otro.

martes, 1 de septiembre de 2009

Relato: Temporada de lluvia

Al inicio no llovía, sólo chispeaba. Decidí salir. Pude haberme quedado sin ningún problema; tenía “derecho” a un día descanso pues el día anterior participé en la carrera de diez kilómetros del Tec de Monterrey en Querétaro. Hice una buena competencia; tenía mucho tiempo que no bajaba de los cuarenta minutos y ese día logré completar el recorrido en treinta y ocho minutos con treinta y cinco segundos, mi mejor marca en muchos años. Sólo aquella vez en una carrera en el centro de la Ciudad de México, cuando tenía diecisiete años (ya llovió), poco antes de mi accidente en bicicleta, había logrado un mejor tiempo. Aquella vez cronometré treinta y siete minutos y medio, si no mal recuerdo. En esa época, abandoné las carreras de cinco y diez kilómetros para enfocarme a las competencias en pista de cuatrocientos y ochocientos metros.

Mientras la intensidad de la lluvia crecía y aceleraba el paso junto con Pupa y Lucas, me fui transportando a algunos momentos en el pasado en los que existieron ligas importantes entre mi afición por correr y la lluvia. A cada paso, Pupa, Lucas y yo pisábamos con firmeza la tierra mojada del camino por el que todos los días entro a los campos de cultivo de San Isidro y a la ribera de lo que queda del Río San Juan. Hace ya más de un año que corro por allí con objeto hacerlo acompañado por mis perros. La primera vuelta de cinco kilómetros siempre es con Lucas y Pupa, y la segunda, con Mateo y Chapis. De hecho, fue justo en ese lugar y haciendo lo mismo, corriendo con los perros, que Mateo llegó a mi vida para quedarse.

Estaba en la prepa, sería el año ochenta y nueve o el noventa por lo que tendría dieciséis o diecisiete años. Lo hice había hecho muchas veces, pero en especial tengo grabado aquel día. Desde la primera vez que lo experimenté, no he perdido la oportunidad para repetirlo. Aquella tarde comenzó a llover, me asomé por el balcón y el cielo nublado me indicaba que el momento era propicio. Con los shorts y los tenis puestos, llamé a Spencer, quien de inmediato acudió a mi llamado; tomé su correa, la aseguré a su collar y salí del departamento. El parque está a tres cuadras de la casa de mi mamá, así que no tardé ni cinco minutos en llegar. Quité el seguro de su correa y ambos vimos como la gente abandonaba el parque; mientras a los demás la lluvia les obligaba a retirarse, a nosotros nos llevaba a aquel lugar. No tardó en convertirse en una tormenta de esas que los habitantes de la Ciudad de México conocen muy bien. Mi bebé y yo éramos los únicos mamíferos en el parque (iba a decir que los únicos seres vivos, pero los insectos y las plantas también los son). Aunque corriendo con mi bebé perdí por completo la noción del tiempo, calculo que durante un lapso de cuarenta minutos o un hora, me olvidé del mundo y me sentí más vivo que nunca sintiendo como la lluvia me golpeaba el rostro, las piernas y los brazos. Mi fiel amigo, sólo se separaba de mí cuando algún olor le invitaba a retrasarse o adelantarse por unos segundos. Dejé de correr cuando la intensidad de la lluvia comenzó a declinar; poco a poco bajaba de mi nube y regresaba al mundo real. Spencer, al igual que yo, estaba completamente empapado pero feliz; en su mirada pude ver el éxtasis de aquella carrera vespertina bajo la lluvia que ambos compartimos.

Seguía trotando, los charcos con lodo eran cada vez más grandes y profundos. Procuraba evitar algunos mientras que otros los pisaba con fuerza. El olor es embriagante; la tierra mojada, los cultivos de maíz y alfalfa, y el agua del río cantando al lado de nosotros. Fue justo el olor a tierra, lo que me transportó varios años atrás, un par de años después de aquella carrera con Spencer. Estábamos entrenando en Ciudad Universitaria y era, como ahora, temporada de lluvia. El cielo estaba muy cargado, la lluvia era inminente. Comenzábamos a entrenar a las cuatro de la tarde; siempre iniciábamos con un trote de calentamiento previo antes de los estiramientos musculares de rigor. Dadas las condiciones del tiempo, Irma, mi entrenadora, dio a todos la opción de entrenar en le bodega; en lugar de entrenar en la pista, podíamos hacer ejercicios de fortalecimiento utilizando los colchones y demás equipo. Yo no dejaría pasar la oportunidad de sentirme vivo, como tantas veces, corriendo bajo la lluvia. Le pedí a Irma mi entrenamiento de pista para ese día: me asignó repeticiones de cuatrocientos metros; creo que dieciséis, con descanso de dos minutos entre cada una. Una vez más, a gozar y sentirme en comunión con el mundo. Sobre la pista de tartán sentía como mis pasos penetraban los charcos que se formaban al tiempo que las gruesas gotas golpeaban mi cuerpo. Después de pocos minutos, la playera me estorbaba; me la quité. Me quedé únicamente con short, calcetas y tenis; de buena gana me habría quitado toda la ropa (no lo hice porque estimaba mucho a mis compañeros de equipo, ¿qué necesidad tenían ellos de contemplar mis miserias?). Al igual que cuando lo hacía con mi bebé en el parque y en las múltiples ocasiones en que he corrido bajo la lluvia, la sensación de comunión con el gran jefe y con la naturaleza es maravillosa. Aquella vez en la pista pude contemplar el vapor que expedía mi cuerpo al ser enfriado por el agua.

Muchos otros recuerdos se traslapaban en mi mente mientras recorría los campos: la vez que, también en Ciudad Universitaria, trotábamos en el Jardín Botánico y un rayo cayó a pocos metros de donde pasábamos Fátima, Carballo, Pepe Piña y yo. Recuerdo también que en 2006, en la pista del Sope, en el bosque de Chapultepec, mientras entrenaba para el maratón de la Ciudad de México, bajo la torrencial precipitación me quité la playera y seguí mi entrenamiento, para vergüenza de la Pequeña. Ya instalado en San Juan, muchas veces he corrido de esa forma en el cerro de la Venta, en el parque de los Guzmán o en cualquier calle. De esta forma, aprovecho la temporada de lluvia para recordar que, en efecto, pertenezco a este mundo y conservo un fuerte vínculo con Dios y la naturaleza.

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lunes, 31 de agosto de 2009

Cuento: Tú no decides

Tú no decides
Autor: Francisco García

Vació una mirada inquisitiva a la hoja de su compañero de la banca contigua, tal vez allí encontraría alguna de las respuestas. Nada. Él estaba igual, incluso peor (¿podría alguien saber menos que ella?). Las ecuaciones que se le presentaban tomaban de pronto formas caprichosas; parecía que de la hoja surgían dragones, quimeras, dioses o semidioses. El período había pasado de largo para ella; había asistido a muy pocas clases y, por si fuera poco, el día anterior no había podido estudiar nada. El trabajo en la farmacia, como siempre, había consumido su tiempo con una voracidad insaciable. Sentía cada vez más cerca el momento de tener que abandonar la escuela. Ella se resistía a hacerlo; realmente deseaba poder estudiar Derecho, igual que su prima. Sin embargo, sus sueños se desvanecían rápidamente. No sólo iba reprobando matemáticas; tenía problemas en prácticamente todas las demás materias. Incluso en física, a poco menos de medio semestre, estaba reprobada por acumulación de faltas.

Era inútil permanecer más tiempo frente al examen. La solución a las ecuaciones nunca llegaría mágicamente y además el profe García los vigilaba como dóberman, sería imposible que alguien le pasara las respuestas. Decidió dejarlo en blanco; únicamente le hizo una mueca a García al entregárselo. Salió del salón pero decidió esperarse para hablar con García; le pediría una oportunidad para presentar el examen de nuevo, estudiaría el fin de semana para prepararlo.

Sus compañeros, uno a uno, todos con caras que reflejaban frustración, abandonaban el salón. García estaba guardando sus cosas. Él la escuchaba, aunque parecía tener mucha prisa porque acomodaba rápidamente los exámenes en un folder. Le dijo que no podía repetirle el examen sólo a ella pero que si el resultado de la mayoría de sus compañeros era negativo, entonces consideraría una segunda vuelta. Mientras decía esto último abandonaba el salón. Mirna se quedó pensativa, deseando que a muchos les hubiera mal. Levantó la mirada y vio que en el escritorio había un par de hojas; seguramente eran de García; se asomó al balcón pero ya no lo alcanzó. Se quedó pensativa y luego comenzó a leer, eran dos hojas escritas en computadora:

Tú no decides
Autor: Francisco García

Vació una mirada inquisitiva a la hoja de su compañero de la banca contigua, tal vez allí encontraría alguna de las respuestas. Nada. Él estaba igual, incluso peor (¿podría alguien saber menos que ella?). Las ecuaciones que se le presentaban tomaban de pronto formas caprichosas; parecía que de la hoja surgían dragones, quimeras, dioses o semidioses. El período había pasado de largo para ella; había asistido a muy pocas clases y, por si fuera poco, el día anterior no había podido estudiar nada. El trabajo…

El lunes siguiente, al terminar la clase, Mirna esperó a que todos se fueran. Se quedó en el salón con García. Lo encaró y arrojó las hojas al escritorio.

— ­¿Qué significa esto García?
— Pues lo que leíste, nada más ni nada menos Mirna.
— ¿Estás loco o qué chingados?
— Nada de eso Mirna, únicamente lo hago por diversión.
— ¿Quién te crees tú?
— Nadie en particular; simplemente soy Francisco García.
— ¡Por favor García! No me quiero morir. Tengo sueños. Quiero estudiar, quiero dejar de trabajar en esa pinche farmacia.
— No es nada en contra de ti; de verdad.
— ¿Pero por qué no eliges a otra persona?
— A ver Mirna. Vamos aclarando algo ¿quién te ha creado?
— Tú…
— ¡Bien! Entonces ¿Quién decide si vives o mueres? Al menos, tú lo sabes, la idea es que mueras rápidamente, no sufrirás. Piensa que podría ser peor. ¿No has pensado que pude haber decidido que te violaran, te torturaran o que el accidente te dejara parapléjica? ¿Has pensado en la infinidad de posibilidades?
— ¡Me cae que estás bien pinche loco! ¿Acaso te sientes Dios o qué chingados?
— Por supuesto que no. Simplemente te puedo decir que una de las razones por las que escribo es para vaciar mis sueños, mis ideas y, seguramente, mis frustraciones y perversiones. Para esta historia, di vida a un personaje que tiene el destino que tú ya conoces. Ahora que lo dices, quizá tengas razón, tal vez también escriba para sentirme Dios. Pero no sé para qué te digo todo esto si tú ya lo sabes Mirna. Leíste hasta el final, todo este diálogo es conocido por ti; ni una palabra más, ni una palabra menos.
— ¡Chingas a tu madre pinche loco de mierda!
— Tranquila, tranquila. Ya es hora de irte, lo sabes bien.

Bañada en lágrimas y temblando de coraje y frustración, dio media vuelta. Bajó las escaleras y salió por la puerta principal. Mientras cruzaba la avenida, un microbús se pasó la luz roja; el golpe fue seco, ni siquiera lo sintió.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Cuento: Bombín

Intenté acelerar para alcanzar a atravesar la Avenida Central antes de que el semáforo cambiara al rojo, pero la camioneta y el taxi que iban adelante me lo impidieron. Tuve que resignarme a que llegaría tarde a la cita con el Arquitecto González quien seguramente estaría molesto pues no sería la primera vez que llegaba tarde. Había hecho todo lo posible por ajustar el tiempo para no retrasarme pero no fue suficiente. Justo cuando iba a salir, mi hija me pidió que la ayudara a bajar su maleta roja de la parte más alta del clóset. Su mamá se estaba bañando así que nadie más la podría ayudar.

Sabía que aquel semáforo tardaba mucho tiempo en cambiar a la luz verde. Por alguna razón que no entendía, había un lapso de tiempo en el cual todos los semáforos estaban en rojo. En eso estaba pensando cuando lo vi. Tenía la clásica nariz roja de bola y el rostro blanco con unos círculos rojos en las mejillas, cejas delineadas de forma muy ligera y en las comisuras de los labios tenía también unas delgadas líneas a manera de prolongación de la sonrisa. Llevaba puesto un saco mitad amarillo mitad rojo en sentido vertical, tenía unos parches morados en ambos codos. El pantalón era de los mismos colores, sólo que al revés del saco: el amarillo del lado izquierdo y el rojo del derecho. Sus zapatos no eran los clásicos grandes, eran unos zapatos negros de vestir que desentonaban con el resto de la indumentaria. Vi que traía colgada al hombro una mochila grande, supuse que allí tenía guardados los zapatos. Al final de todo observé su cabeza; tenía puesta una peluca dorada; no era la más usual, encrespada, sino completamente lacia y larga hasta el cuello. Coronando la cabeza y la peluca, un sombrero, también de colores amarillo y rojo, tenía al frente escrito en letras azules lo que supuse era el nombre del payaso: “Bombín”.

Fue la peluca de Bombín lo que me trajo a la memoria la primera fiesta de cumpleaños que recuerdo. No era una fiesta en mi honor, sino de mi primo Luis. Sus papás, mis tíos Emma y Juan, organizaron una fiesta para celebrar el segundo cumpleaños de Luis, al mismo tiempo que festejaron el bautizo de su otro hijo, José Antonio. Debido a su edad, ni Luis ni José Antonio disfrutaron de la presentación de los payasos que mis tíos habían contratado. Yo tenía cinco o seis años y nunca había tenido una fiesta de cumpleaños con payasos; únicamente los había visto en televisión. Quedé encantado con la actuación de esos dos payasos. La hora que duró el show transcurrió para mí rápidamente y con el tiempo se convertiría en uno de los recuerdos más felices de mi infancia. Reí a carcajadas con los pastelazos que se lanzaron, la tabla con la que se golpeaban el trasero y los chistes que ambos contaban. Tan absorto estaba con el espectáculo que nunca alcé la mano para pasar a participar con ellos, mientras que la mayoría de los niños lo hacían al primer llamado. Aquella fiesta de mis primos fue inolvidable.

El semáforo no cambiaba al verde, por experiencia sabía que todavía tardaría un rato. Bombín estaba ansioso y volteaba hacia los dos lados de la calle como buscando a alguien. Veía también su reloj. Era domingo y por la hora, las diez y media de la mañana, supuse que se le estaba haciendo tarde para alguna presentación y estaría esperando a alguien. Cuando vi su peluca dorada brillando al sol recordé que al siguiente año de la fiesta de mis primos, mis papás me organizaron una en la que contrataron por primera vez a un payaso. Yo pedí que fueran los mismos que había asistido a la fiesta de mis primos pero no fue posible, no recuerdo bien la razón. El payaso que llegó a mi casa, resultó ser un tipo muy sucio que llegó tarde a la cita y con aliento a alcohólico. Fue una decepción muy grande pues lo comparaba con aquellos payasos de la fiesta de mis primos. Recuerdo muy bien como al final, el payaso y mi papá se hicieron de palabras por los justos reclamos se la hacían a aquel pseudopayaso.
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Bombín se veía cada vez más ansioso. Observé su nariz roja y me hizo recordar un regalo que me hicieron mis tíos, los papás de Luis y José Antonio cuando cumplí diez años. Ellos sabían de la fascinación que tenía por los payasos y los magos, así que aquel día me obsequiaron un juego con un equipo completo para disfrazarse y maquillarse de payaso así como un set de magia. No quise abrir mis regalos aquel día para no compartirlo con ninguno de los niños que habían sido invitados a mi fiesta. Al día siguiente, estando completamente solo, lo abrí y de inmediato comencé a utilizarlo. Fue el mejor regalo que me hicieron en toda mi infancia, quizá en toda mi vida. Estaba fascinado con el maquillaje, el traje de colores, la peluca y los grandes zapatos. La nariz roja me gustó especialmente porque no tenía ningún resorte para colocarla. Se ajustaba a presión; únicamente quedaba un poco apretada pero se veía mucho más bonita que aquellas que tenían un resorte que atravesaba las mejillas. Con ese juego pasaba yo muchas horas de solitario entretenimiento.

La luz del semáforo seguía sin cambiar de color pero a mi no me importaba; estaba absorto pensando en aquellos días de mi infancia gracias al ansioso y preocupado Bombín. Recordaba haber ido a muchísimas fiestas con payasos y magos pero no lograba encontrar en qué momento comenzaría a perder mi fascinación por ellos. Recordé que a los quince o dieciséis años, estando ya en la preparatoria, asistí a un circo ruso que se presentó en la ciudad donde actuaban algunos payasos. Aunque fue un espectáculo muy bonito, los payasos de ese circo eran muy diferentes a los que yo conocía. No había pastelazos ni tablas con las que se golpeaban el trasero. Los payasos rusos eran mucho más serios pero más actores. Para ese entonces había dejado ya interesarme en los payasos; me habían absorbido otros pasatiempos y diversiones como el fútbol, los automóviles y, por supuesto, pasar las tardes con mi novia Eloísa. Fuimos a ese circo ruso pues justamente los papás de Eloísa me habían invitado. No olvidaré nunca ese día pues después del circo, Eloísa y yo fuimos al cine. De la película no recuerdo nada pues no le presté la menor atención; aquel fue el primer día en que ella y yo nos acariciamos y besamos como nunca antes lo habíamos hecho. Fue la primera vez que le metí la mano por debajo de su sostén, sentía tocar el cielo mientras le acariciaba sus generosos y firmes pechos. Ella a su vez pudo palpar mi excitación por encima de mi pantalón de mezclilla.

Las imágenes pasaban rápidamente en mi mente; tan rápido que todo lo recordaba mientras el semáforo aún estaba en rojo. Al rememorar aquel primer encuentro con Eloísa, me fue inevitable remitirme al encuentro sexual que algunos meses después tuvimos en el metro, viajando de la estación Barranca del Muerto a la de Polanco. Era cerca del medio día, íbamos a recoger los boletos para un concierto al que sus papás iban a ir. Nuestro ardiente deseo juvenil estaba en plena efervescencia; no perdíamos ninguna ocasión para besarnos, acariciarnos y estar juntos. Aquel día, cuando abordamos el vagón, nos dimos cuenta que estaba vacío. Sin hablar, de inmediato comenzamos a abrazarnos y a besarnos; cuando me di cuenta, ella ya tenía su falda levantada y se balanceaba rítmicamente gozando de mi virilidad dentro de ella. Terminamos poco antes de llegar a la estación Tacubaya, donde algunas personas abordaron el tren. Eloísa y yo nos mirábamos con una pícara sonrisa de satisfacción y complicidad. Una de las personas que abordaron era un triste payaso urbano que con un poco maquillaje en el sucio rostro, un raído chaleco y una nariz con resorte contaba algunos chistes malos para ganarse algunas monedas. De cierta forma, ese payaso estuvo presente en aquel furtivo encuentro con Eloísa.

Volví a mirar a Bombín; el semáforo, ahora sí, cambiaba al verde. El payaso me había traído algunos felices recuerdos de mi infancia y juventud. Supongo que por una especie de agradecimiento, cuando pasé junto a él, le hice un saludo con la mano y le regalé la mejor de mis sonrisas. Él me vio por un instante, alzó su mano por respuesta al tiempo que me devolvía la sonrisa. Supuse agitaría su mano al igual que la mía para responder a mi saludo; sin embargo, grande fue mi sorpresa al ver que, en vez de agitar su mano, Bombín giraba su palma hacia él al tiempo que sus dedos índice y anular se encogían, quedando el dedo medio completamente extendido. Reconocí de inmediato la fálica y obscena señal que tantas veces he hecho a los conductores que me rebasaban por la derecha o a los traileros que en carretera acercan en exceso su vehículo presionando para que los deje pasar. Bombín giró su cuerpo para asegurarse de que yo lo seguía observando por el retrovisor; la sonrisa no se borraba de su blanco rostro como tampoco dejaba de hacer la señal con la cual se despedía de mí.

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martes, 25 de agosto de 2009

Relato: One of us

Alaben su nombre con danza,
con pandero y con arpa canten,
porque Jehová tiene contentamiento
en su pueblo.
Salmo 149. 2-3.

Ignoro si algún día podré tocar aceptablemente la guitarra, yo esperaría que sí. Éste es mi tercer intento. El primero primera fue hace aproximadamente cuatro años, antes ve venir a radicar a San Juan del Río. Empecé a tomar clases los sábados con el Moyo. Por aquellos días andaba realizando semana a semana mis viajes de trabajo por el Bajío: Morelia, León, Irapuato, Celaya y anexas cargando a todos lados mi guitarra con el fin de ensayar. Inicié aprendiendo a leer las tablaturas y ejecutando los diversos ejercicios que me dejaba el Moyo. Alguna vez incluso venimos la Pequeña y yo de vacaciones a San Juan y me traje la lira para seguir ensayando y perfeccionar el Andante de Carulli. No recuerdo exactamente que pasó después, el caso es que la dejé. Seguramente argumenté falta de tiempo; quizá fue la temporada en la que comencé más en forma a preparar mi primer maratón, el de la Ciudad de México. Dejé la guitarra, como tantas cosas he dejado en mi vida y en general (no es justificación) dejamos los seres humanos. Ya instalado en San Juan, hubo un tibio intento por retomarla pero duró no más de un mes. Desde entonces, la guitarra estuvo guardada en su estuche durante más de tres años.

Hace un mes aproximadamente, la temporadita que tuve pocas clases debido a las vacaciones de verano, rescaté a la guitarra del abandono en el que la tenía y comencé a tocar de nuevo. Dado el escaso tiempo transcurrido, recuerdo bien como fue. Entré a You Tube buscando el video de la canción One of us de Joan Osborne. La idea era practicar mi inglés como lo hago con cierta frecuencia, leyendo letras de canciones a la vez que las escucho y las canto (perdón, las intento cantar), buscando mejorar mi pronunciación. Comencé a trabajar con el video y la letra. Para quien esté leyendo estas líneas y no conoce la canción referida, he de decir que se trata (para mi gusto) de una excelente composición que gira fundamentalmente alrededor de una pregunta: What if God was one of us? (algo así como ¿Qué pasaría si Dios fuese uno de nosotros?) En algún punto, la guapísima rubia también cuestiona ¿qué le preguntarías a Dios si estuvieses frente a él y sólo pudieras hacerle una pregunta? Tan solo un par de muestras de las filosóficas preguntas que se plantea en torno a la imagen de Dios. A pesar de que la he escuchado antes infinidad de veces, al tiempo que escuchaba, liberé una nada despreciable cantidad de secreciones lacrimales. Las preguntas son demoledoras y especialmente los son ahora para un servidor en mi actual situación: a pocos meses de que nazca Sabina, este tipo de cuestionamientos surgen a cada instante. A la pregunta de Joan Osborne de si Dios fuese uno de nosotros, yo le respondería que lo que hoy creo (hoy, ayer pensaba diferente y mañana seguramente creeré algo distinto) es que en efecto, Dios es uno de nosotros. De hecho, Dios está aquí, en este momento junto a mí (o dentro de mí) mientras tecleo. También está afuera, en el patio, cuidando el sueño de Mateo y de la Chaparra. Igualmente, el jefe está en la pancita de la Pequeña, pendiente del crecimiento de Sabina. El jefe soy yo mismo y también lo eres tú que lees esto (¡blasfemia! ¡crucificadle!). El jefe está en absolutamente todos lados, por eso es quien es. Con esto, me acerco un poco a la postura pandeísta de Spinoza: Dios es sustancia, es perfecto, es y no es al mismo tiempo. Me parece que el gran error de los seres humanos es pretender encasillar a Dios como una persona similar a nosotros pero ajena a nosotros. Regreso a lo que dice la canción: está con nosotros, somos nosotros mismos (esto último lo agrego yo).

Decía antes que, mientras escuchaba la canción, lloré durante varios minutos. La reproduje varias veces, buscando seguramente agotar la totalidad del llanto reservado para los siguientes días. Allí mismo, en You Tube, encontré varios covers de la misma canción y elegí un par de ellos para escucharlos. Una chica gringa que ejecuta uno de los covers junto con Joan Osborne, son las culpables de que haya decidido volver a intentar emular a los músicos rasca-tripas (parafraseando a Pedrito Infante). En ese momento, aún con lágrimas en los ojos, saqué a la guitarra de su rincón y comencé a rascarle las tripas. Desempolvé también mis apuntes con las lecciones del Moyo y me puse a practicar. Desde entonces, sólo le he fallado un par de días. Actualmente, me está costando trabajo hacerme cancha para tocar pero defiendo esos escasos cuarenta y cinco minutos (una hora a lo más) al día teniendo como una de mis metas la de, algún día, tocar One of us y subir un video a You Tube.

Además de la canción ampliamente referida me motiva el hecho de poderle cantar canciones a Sabina y de que algún día ella las cante conmigo. Se me enchina la piel tan sólo de imaginar el momento en que yo toque alguna canción infantil (allá en la fuente / había un chorrito / se hacía grandote /se hacía chiquito) y ella se ponga a cantar y bailar. Viene a mi mente Pedrito en Pepe el toro cuando les canta a los hijos de su amigo boxeador la canción del osito carpintero.

Veremos que pasa, ya lo iré relatando en este espacio. Dice el viejo y conocido refrán (el Chapulín Colorado dixit): uno pone aquel dispone (lo de “aquel” es mi hereje aportación). Mientras tanto, seguiré ensayando todos los días sabiendo que Dios sonríe cada vez que vibran las cuerdas de mi guitarra.

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